Un cuento a favor de las enfermedades incurables. ¿Qué hacés, Luquitas? te escribo porque el otro día nos re peleamos y me quedé pensando un par de cosas. ¿Viste cuando vas a un velorio, y viene ese tío abuelo que acabás de conocer, se acerca al cajón del muerto y dice: “¡no somos nada!”? Bueno, pensalo. El velorio es ese momento en que se detiene la suspensión de la incredulidad. Mientras tanto, vivimos como si importara. ¿No es loco? Vivimos como si importara, pero en realidad no importa, ¿me entendés? Por ejemplo, ¿Hay algo más insoportable que estar viendo una película con alguien que no suspendió su incredulidad y todo el tiempo remarque que eso que está pasando en la película “es imposible”? Bueno, el muerto en el velorio (o en su defecto, el tío abuelo que lo pone en palabras) es esa persona que te recuerda que lo que pasa en esta película es todo mentira. Los velorios rompen la cuarta pared, digamos. Y cuando estás en el velorio, estás en un problema, porque tenés e
"Porque en la batalla filosófica no basta tomar posición contra el adversario, sino que es preciso determinar también la apuesta de la lucha y disputarla con sus propias armas adaptando las formas de su intervención a la naturaleza precisa -históricamente variable- de esta apuesta". Dominique Lecourt.