Un muy breve apunte sobre El Capital.
“La riqueza de las sociedades en las
que domina el modo de producción capitalista se presenta como un ‘enorme cúmulo
de mercancías’, y la mercancía individual como la forma elemental de esa
riqueza. Nuestra investigación, por consiguiente, se inicia con el análisis de
la mercancía.”[1]
Imaginemos que queremos
hacer un análisis científico, completo y riguroso de la estructura del modo de
producción capitalista, en su génesis y desarrollo. Ese es nuestro objeto de investigación. Como
imaginarán, tal objeto es una totalidad enorme, extremadamente compleja, con
innumerables elementos que se relacionan de forma diversa entre sí y en
continuo movimiento. Surge inmediatamente la terrible pregunta: ¿Por dónde
empezar? Ahora bien, esta pregunta puede tomarse, en principio, en dos
sentidos: Podemos preguntar por dónde empezar a investigar el objeto o por dónde empezar a exponer nuestra investigación del objeto. Afortunadamente para
nosotros, la investigación del objeto ya la realizó Marx. Mucho se ha escrito
acerca del método materialista-dialéctico marxista; aquí solo podremos hacer
algunas referencias generales, pero nuestro objetivo aquí es bastante más
modesto: contribuir a que más compañeros/as se “animen” a leer El Capital sin
frustrarse en la cuarta página.
Por lo tanto, y volviendo a la pregunta sobre el cómo
empezar, lo que a nosotros nos interesa en principio es entender por dónde Marx
elije comenzar su exposición de la
investigación de su objeto, para luego poder establecer qué tipo de relación
hay entre ésta y la investigación en sí. He transcrito aquí, al comienzo de
este apartado, el primer párrafo del Capítulo I de El Capital, donde Marx dice,
justamente, que su investigación comenzará por el análisis de la mercancía. Dicho párrafo, de una
brevedad desconcertante, encierra ya muchísimo para analizar. Empecemos por lo
más fácil, lo que Marx no hace: No se
comienza explicando “históricamente” el capitalismo, tal como lo haría un
historiador, por ejemplo, enumerando todas las condiciones económicas y
políticas que fueron dando origen a las nuevas relaciones de producción. Marx
se encarga reiteradas veces de hacerlo, es cierto, por ejemplo al explicar la acumulación originaria del capital, pero
eso lo hace ¡en el capítulo XXIV! Todo lo contrario, Marx elije partir de las
sociedades capitalistas tal como se
presentan[2].
Esto es importante para nosotros en dos sentidos:
Primero, Marx parte de
una realidad concreta, pero inmediatamente después de partir de esa
realidad concreta, no se detiene en ella ni un poco, se va rápidamente hacia lo
abstracto, y comienza a descomponer la mercancía en sus diferentes formas:
valor de uso, valor, valor de cambio. Así, Marx toma un elemento simple (o
mejor dicho, que aparece como simple)
de la realidad concreta, lo abstrae y lo analiza en sus partes constitutivas.
Este primer movimiento de lo concreto a lo abstracto se completará después con
un retorno a lo concreto, que no es, sin embargo, un retorno al punto de
partida[3], pues ahora el elemento
concreto ya no es propiamente “simple”, sino que se comprende en la totalidad
de las relaciones que lo atraviesan.
Segundo, lo que subyace a
este comienzo desde lo concreto, es
que en el método dialéctico el objeto de estudio necesita haber alcanzado un
grado de madurez suficiente para conocer las leyes internas de su desarrollo.
El objeto necesita haber sido “desplegado” en la historia lo suficiente como para
poder captarlo en su movimiento. Así,
fue posible explicar que el capitalismo tuvo su origen a partir de las
contradicciones de las fuerzas productivas con las relaciones de producción
feudales, sólo a partir de un cierto
grado de desarrollo del mismo capitalismo, una vez que las relaciones
sociales feudales ya fueron, en lo fundamental, superadas.
Ahora bien, en lo que
resta del Capítulo I, Marx desarrolla la forma valor en sus diferentes momentos: forma simple, desplegada,
general, y por último, dineraria. Le dejamos al lector la tarea de comprender
cada uno de ellos. Para nuestro propósito, sólo diremos aquí que todo ese
análisis tiene un carácter evidentemente teórico, a partir de la consideración
de Marx de que la sustancia del valor es trabajo humano abstracto. Justamente, despoja con fines analíticos tanto a la
mercancía como al trabajo humano de su “lado” concreto (es decir, a la primera
de ser valor de uso, al segundo de
ser trabajo útil), para analizar teóricamente
el valor hasta llegar a su forma más compleja, el dinero como equivalente
general de todas las mercancías. Por eso, los momentos de la forma valor en el Capítulo I no son momentos cronológicos (históricos), sino lógicos.[4]
En
el Capítulo II Marx se ocupa del proceso de intercambio.
Ahora estamos frente a cómo las relaciones de intercambio de mercancías dieron
lugar necesariamente a una mercancía que tiene el “privilegio” social de
funcionar como equivalente general de todas las mercancías: el dinero. Sin
embargo, hemos dicho que ya se había llegado al concepto de dinero o mercancía
dineraria en el capítulo anterior. He aquí el centro de la cuestión que nos
ocupa: Marx está explicando el dinero desde dos “ángulos” diferentes, pero
inseparables. Primero, dijimos que llegó a él mediante formas de análisis
ideales. Ahora, llegamos a él como el producto de la generalización de las relaciones
de intercambio de mercancías, lo que es sin duda un momento histórico producto
de cierto desarrollo de las fuerzas productivas. Así, dicho esquemáticamente
(ahora veremos por qué decirlo así es esquemático y hasta en cierto sentido erróneo),
en el Capítulo I Marx explicó teóricamente el dinero, mientras que en el
segundo lo explicó históricamente. Llegamos al fin, a lo que nos preguntábamos
al principio: el modo de exposición de la investigación del objeto.
Al
comienzo decíamos que como nuestro objetivo es poder leer el capital de la
forma menos traumática posible, lo que nos interesaba era más bien el problema
de la exposición, y dejábamos el problema del método de Marx para otro momento.
Lo cierto es que se nos hace imposible poder explicar uno sin el otro, pues hay
una estrecha relación entre ellos. El autor se mueve constantemente entre el
plano teórico y el histórico, y podríamos decir que todo El Capital es un gran
rodeo de unos pocos conceptos básicos pero fundamentales, desplegados en todas
sus implicancias.
Este
movimiento de Marx en estos dos “terrenos” no tiene simplemente fines
explicativos, sino que es parte constitutiva del método marxista: El análisis
teórico no puede prescindir del histórico porque los conceptos teóricos están
en Marx justamente historizados: Son
propios de un modo de producción dado. Es conocida la crítica de Marx a la
economía política clásica sobre la “eternización” de sus conceptos,
transformando las relaciones sociales capitalistas en relaciones sociales
a-históricas. Como mucho, cuando la economía política clásica reconocía cierto
carácter histórico de algunos conceptos, por ejemplo en Ricardo, esta
historicidad solo afectaba al concepto teórico en términos cuantitativos, en su forma,
pero no cualitativamente. Por eso,
para Ricardo tanto el salario como el beneficio y la renta pertenecen a una
misma naturaleza: la ganancia. La diferencia entre ellos es sólo cuantitativa.
Para el marxismo estos son conceptos de órdenes diferentes porque son producto de relaciones sociales diferentes. Del
mismo modo, pero a la inversa, no es casualidad que el análisis histórico venga
expositivamente después del teórico
(al menos en nuestro ejemplo sobre los capítulos I y II), porque la historia no
es para Marx un conjunto caótico de hechos brutos, sino que sólo puede ser
estudiada científicamente a partir de representaciones
ideales (conceptos) producto de la generalización abstracta de la historia
concreta. Hay aquí, como en todo, una relación dialéctica entre historia y
teoría. La primera sólo es inteligible contando con la segunda; la segunda sólo
puede explicar la complejidad de las relaciones económicas a partir de su
movimiento y formas históricas. En conclusión, el método de Marx no permite
“cualquier” exposición (lo que no significa que permita sólo una), sino que ésta debe “desprenderse” del modo en que el
objeto es estudiado.
La
síntesis de todo esto es El Capital. Aun con sus pasajes oscuros, reiterativos,
metafóricos y hasta brillantemente irónicos, constituye una obra fundamental
(si no “la” obra fundamental) de la economía y la ciencia social en general, y
de cualquier análisis que se precie marxista, que como tal debe tener el
objetivo (y El Capital efectivamente lo tiene) de contribuir a la praxis revolucionaria, pero también de
nutrirse de ella: La lucha de clases no es sólo “producto” de la economía, sino
también constitutiva de ésta.
[1] Marx, K. (2014), El Capital, Buenos Aires, Siglo XXI
Editores, p. 43.
[2] Prestemos especial atención a
expresiones del tipo “forma en la que se presenta”, “modo de expresión” o
“aparece como…”, que realmente abundan en El Capital y en la obra marxista en
general, pues es fundamental en el método dialéctico diferenciar el modo en que
una cosa se manifiesta concretamente, de sus relaciones “internas” que la
constituyen y explican. Cuidado con esto: aunque no podemos explayarnos aquí,
es importante advertir lo (brutalmente) erróneo que sería atribuirle a Marx una
metafísica de la esencia, en donde la realidad material es solo la “expresión”
de una esencia inmaterial, visión típicamente idealista. En Marx, la “esencia”
de un objeto no es más que las relaciones sociales que le dan origen y
existencia. Desde ya, tales relaciones tienen un carácter material, y son
determinantes sólo en la medida en que existen a través de lo que ellas mismas
determinan.
[3] Este movimiento
concreto-abstracto-concreto es central en el análisis materialista-dialéctico,
pero no nos podemos detener aquí sobre él. Para una explicación muy didáctica, recomendamos el curso del marxista argentino Milcíades Peña
llamado “Introducción al pensamiento de Marx”.
[4] Es cierto, estos dos momentos
pueden llegar a coincidir, aunque de forma contingente.
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