Unas pocas palabras para Santiago Maldonado.
Cuando te toca estar del lado de los perdedores, la historia es como un peso muerto. Ella cae sobre nuestras espaldas con la fuerza de un martillo que un juez acaba de golpear porque dio su veredicto. Después de todo, cada acontecimiento histórico es eso, un veredicto.
La historia juega a ser juez, pero no por eso hace justicia. No es imparcial. Hay una lucha por el veredicto de la historia. Ella juega a ser juez pero nos hace trampa. Y voy a explicar por qué. Nosotros queremos vivir para hacer historia, vivir para ser parte de esa lucha, para ganarla. Vivimos para ganar la historia. Pero mientras hacemos eso -que es vivir- tenemos también que sobrevivir. La vida para-sí y la vida en-sí. No podemos librarnos de esta contradicción, hay unidad en ella.
La inmediatez de la supervivencia se opone a la historia -los animales no tienen historia. Así comienza su trampa, ya verán por qué. Pero ya podemos empezar a divisar por donde viene la cosa. La historia, por supuesto, se tiene a ella misma en gran estima, y no permite que algunos simples individuos se atrevan a disputarla. Después de todo, para ser un individuo no hace falta más que sobrevivir. Y eso lo hacen hasta las ratas. No, para disputar la historia no sirven los individuos, se necesitan Sujetos. Los Sujetos están formados por individuos pero no son la simple suma de todos ellos. Lo cuantitativo se transforma en cualitativo y la lucha por la supervivencia se transforma en la lucha por la historia. La trampa comienza a develarse: la historia nos hizo sujetos y en el mismo movimiento nos hizo individuos.
El espectáculo ha sido montado. Así es que en uno de esos días cualquiera, esos días tontos en donde la mayor anécdota es un resfrío o un tropezón, recibimos un golpe con la guardia baja -es que estábamos ocupados sobreviviendo. El golpe nos voltea. Es el golpe de la historia que nos cae como un peso muerto. Malas noticias: El juez golpeó su martillo y parece que nos tocó estar del lado de los perdedores.
El golpe nos deja atontados. No entendemos muy bien qué pasó. El tiempo pasa y nuestra conciencia se aclara. Sabemos que esta vez nos tocó perder, ¿pero qué perdimos, entonces? Bueno, esta es la peor parte. Perdimos a un pibe que se llama Santiago. 'Perdimos', por supuesto, es una forma de decir, porque la verdad es que lo detuvieron y lo desaparecieron. Pero nosotros perdimos, sí. Y es de esas derrotas que más bronca dan, porque son las derrotas en las que el rival te hizo trampa. Porque mientras nosotros estábamos en esos inevitables días tontos de tropezones y resfríos que alimentarán un anecdotario fugaz, se llevaron a un pibe de esos que daba la pelea por ganar la historia. Se llevaron a uno de nosotros.
La historia es una amante traicionera. Los que vivimos para ganar la historia, tenemos una relación de amor-odio con ella. Ahora está ahí riéndose de nosotros, ya efectuada su trampa, como diciéndonos: "Ustedes se la pasan hablando de mí. Así que aquí estoy". Y nosotros, que no podemos más que admitir que tiene razón, tendremos que traicionarnos a nosotros mismos y luchar con todas nuestras fuerzas para que Santiago no sea parte de la historia. De esta historia. Allí reside su trampa: La historia nos pone a todos los que luchamos por ella, contra ella. Y nos hace decir instintivamente: Que Santiago aparezca con vida, y que esta historia termine en anécdota, junto con el tropezón de anoche y el resfrío de esta mañana.
Pero no sucumbimos. La historia será tramposa pero aun así siempre lleva las de perder, porque nunca tiene la última palabra. Y porque somos individuos pero también somos Sujetos, sabemos que la lucha por Santiago es también la lucha por ganar la historia. De hecho, ella no es nada sin nosotros.
Cuando te toca estar del lado de los perdedores, la historia es como un peso muerto. Ella cae sobre nuestras espaldas con la fuerza de un martillo que un juez acaba de golpear porque dio su veredicto. Después de todo, cada acontecimiento histórico es eso, un veredicto.
La historia juega a ser juez, pero no por eso hace justicia. No es imparcial. Hay una lucha por el veredicto de la historia. Ella juega a ser juez pero nos hace trampa. Y voy a explicar por qué. Nosotros queremos vivir para hacer historia, vivir para ser parte de esa lucha, para ganarla. Vivimos para ganar la historia. Pero mientras hacemos eso -que es vivir- tenemos también que sobrevivir. La vida para-sí y la vida en-sí. No podemos librarnos de esta contradicción, hay unidad en ella.
La inmediatez de la supervivencia se opone a la historia -los animales no tienen historia. Así comienza su trampa, ya verán por qué. Pero ya podemos empezar a divisar por donde viene la cosa. La historia, por supuesto, se tiene a ella misma en gran estima, y no permite que algunos simples individuos se atrevan a disputarla. Después de todo, para ser un individuo no hace falta más que sobrevivir. Y eso lo hacen hasta las ratas. No, para disputar la historia no sirven los individuos, se necesitan Sujetos. Los Sujetos están formados por individuos pero no son la simple suma de todos ellos. Lo cuantitativo se transforma en cualitativo y la lucha por la supervivencia se transforma en la lucha por la historia. La trampa comienza a develarse: la historia nos hizo sujetos y en el mismo movimiento nos hizo individuos.
El espectáculo ha sido montado. Así es que en uno de esos días cualquiera, esos días tontos en donde la mayor anécdota es un resfrío o un tropezón, recibimos un golpe con la guardia baja -es que estábamos ocupados sobreviviendo. El golpe nos voltea. Es el golpe de la historia que nos cae como un peso muerto. Malas noticias: El juez golpeó su martillo y parece que nos tocó estar del lado de los perdedores.
El golpe nos deja atontados. No entendemos muy bien qué pasó. El tiempo pasa y nuestra conciencia se aclara. Sabemos que esta vez nos tocó perder, ¿pero qué perdimos, entonces? Bueno, esta es la peor parte. Perdimos a un pibe que se llama Santiago. 'Perdimos', por supuesto, es una forma de decir, porque la verdad es que lo detuvieron y lo desaparecieron. Pero nosotros perdimos, sí. Y es de esas derrotas que más bronca dan, porque son las derrotas en las que el rival te hizo trampa. Porque mientras nosotros estábamos en esos inevitables días tontos de tropezones y resfríos que alimentarán un anecdotario fugaz, se llevaron a un pibe de esos que daba la pelea por ganar la historia. Se llevaron a uno de nosotros.
La historia es una amante traicionera. Los que vivimos para ganar la historia, tenemos una relación de amor-odio con ella. Ahora está ahí riéndose de nosotros, ya efectuada su trampa, como diciéndonos: "Ustedes se la pasan hablando de mí. Así que aquí estoy". Y nosotros, que no podemos más que admitir que tiene razón, tendremos que traicionarnos a nosotros mismos y luchar con todas nuestras fuerzas para que Santiago no sea parte de la historia. De esta historia. Allí reside su trampa: La historia nos pone a todos los que luchamos por ella, contra ella. Y nos hace decir instintivamente: Que Santiago aparezca con vida, y que esta historia termine en anécdota, junto con el tropezón de anoche y el resfrío de esta mañana.
Pero no sucumbimos. La historia será tramposa pero aun así siempre lleva las de perder, porque nunca tiene la última palabra. Y porque somos individuos pero también somos Sujetos, sabemos que la lucha por Santiago es también la lucha por ganar la historia. De hecho, ella no es nada sin nosotros.
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