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Albino, Nietzsche y la verdad

«El conocimiento es una centella que brota del choque entre dos espadas».
Nietzsche.


Deténganse un momento en esta encuesta. No en el resultado, si no en la pregunta, incluso en la disposición de las opciones, en la forma de planteo y en su diseño.
No estamos frente a una encuesta del tipo "¿Quién crees que tiene que ser el próximo DT de la selección?" en donde uno simplemente selecciona el que más le gusta de una lista.
No. No está en juego una diferencia de opinión. Estamos, nada más ni nada menos que en una pelea, un duelo, digamos propiamente, una disputa política por la verdad.
Ustedes podrán decir: "No hay discusión alguna, se trata de una cuestión científica y no de creencias subjetivas. No puede haber muchas verdades, y sólo uno de los dos la tiene, independientemente del resultado de la encuesta."
Pero la categoría de verdad no sólo funciona en un nivel empírico-objetivo (en el cual, por supuesto, Albino está equivocado, o más bien es un chanta oscurantista), sino también y por sobre todas las cosas en un nivel ideológico.
Es justamente porque el concepto de verdad no admite su pluralidad, (es decir, por definición, la verdad tiene que ser una, sino no sería tal), que la verdad es quizás uno de los principales campos de batalla de la lucha ideológico-política que se da en el seno de la sociedad. Quien conquiste la verdad, ha conquistado "una suma de relaciones humanas -dice Nietzsche- que a un pueblo le parecen fijas, canónicas y obligatorias".
Esta lucha no es, ni puede ser, una "discusión argumentativa" ni un "simple desacuerdo", porque su origen y razón de ser no es la ideología misma (las "creencias" de los involucrados), sino la realidad de la sociedad, es decir, la lucha de clases. La lucha ideológico-política no es más que la traducción, la refracción de la lucha por la realidad (o sea, la lucha por la sociedad) en el terreno de la representación de esa realidad, es decir, la ideología.
De ese modo, cuando un lector de este diario entra y vota en la encuesta, no está, ni de cerca, opinando sobre si el forro sí o el forro no. Está tomando parte de una lucha encarnizada entre dos cosmovisiones ideológicas globales y opuestas. En un mismo acto, está opinando sobre los preservativos, pero también sobre el aborto, sobre la iglesia, la familia, el rol de las mujeres en la sociedad y mucho más.
Por eso, no alcanza con contentarse con tener la verdad empírica. Galileo, en 1632, tenía razón y podía demostrarlo: la tierra giraba alrededor del sol, y no al revés. Y sin embargo eso no evitó que la Inquisición católica lo condenara a pasar el resto de su vida en prisión.
Tuvieron que cambiar muchas cosas (o sea: tuvo que cambiar la sociedad misma, revoluciones de por medio) para que la verdad empírica conquiste, ahora sí, su estatus ideológico. De hecho, la Iglesia "pidió perdón" (¡?) a Galileo 359 años después de su condena.
Dialécticamente, en consecuencia el resultado de la lucha en el terreno ideológico no depende justamente de las "ideas". Éstas no pueden nunca dejar de ser un reflejo subordinado de la lucha entre las fuerzas vivas, reales y actuantes de la sociedad.
En última instancia, no importa cuantas encuestas, afiches, y charlatanería misógina desparramen. Es en la calle que vamos a conquistar el derecho al aborto, y con él también conquistaremos la verdad de su necesidad.
Por eso, a la verdad no basta con conocerla: hay que conquistarla.

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